miércoles, 17 de noviembre de 2010

SUKKWAN ISLAND (DAVID VANN)

Le leí en una ocasión a la muy cabal Zadie Smith que hay historias que conmueven porque ratifican nuestra visión del mundo y nos llevan a la hoy tan injustamente devaluada identificación con lo leído; y otras, en cambio, que lo hacen porque sacuden nuestros cimientos y convicciones hasta el punto de hacernos removernos en el asiento y sentirnos particularmente incómodos. Sukkwan Island de David Vann, que he leído estos días animada por el entusiasmo de la crítica en general y de nuestro buen amigo Krmpotic’ en particular, pertenece, no hay duda, al segundo grupo. Para empezar, porque desorienta. Y no es que no se atisbe el desastre desde las primeras páginas. El experimento de Jim de irse a vivir con su hijo adolescente Roy a una inhóspita y deshabitada isla de Alaska no tiene cabida para happy end alguno; menos aún cuando se muestra, desde un principio, falto de toda preparación y, sobre todo, determinación. Jim tiene la iniciativa y los sueños de otros célebres megalómanos, como el Morel de Las raíces del cielo de Gary o el Allie Fox de La costa de los mosquitos, pero sin un ápice de su voluntad. Así que no, no nos sorprende comprobar que Jim no es precisamente el hombre Marlboro. Lo que sorprende es la forma y el momento en que se produce el desastre. El resto es el incómodo y desasosegante relato de un viaje a la locura y a la Nada absoluta, que a mí ha terminado por resultarme un tanto repetitivo, aunque reconozco su eficacia narrativa.

Dijo en una ocasión Henry James que si eres capaz de explicar cómo y por qué te ha impresionado algo, puede que no te haya impresionado tanto. Y, sí, es cierto que muchas de nuestras historias preferidas lo son de una manera visceral, irracional. Lo mismo me ha ocurrido a mí con Sukkwan Island a la inversa. Soy consciente de que objetivamente es una novela original, diferente, poderosa, desasosegante y violenta como la narrativa de Cormac MacCarthy o, por qué no, de Flannery O’Connor, pero no sé muy bien por qué no me ha acabado de “llegar”. Quizá sea, como me proponía el bueno de Milo esta tarde, por su marcado carácter masculino. Saben Vds. que creo en la universalidad de la obra de arte y que reniego de etiquetas como literatura masculina y femenina pero es cierto que no he entendido a Jim y que los soñadores ingenuos y desastrosos que en la Historia de la Literatura han sido suelen ser varones. Las mujeres, creo, somos, en cierto modo, más prosaicas y, sobre todo, prácticas y no creo que a ninguna se le hubiera ocurrido llevar a un adolescente a una isla como Sukkwan Island. O quizá, si no sé explicar por qué no me ha entusiasmado demasiado esta historia, sea porque me ha “llegado” más de lo que, en un principio, creía. ¿Quién sabe?

4 comentarios:

Olvido dijo...

...o no;-)
Ceci continuo una silenciosa lectura de tus escritos y los disfruto.
un abrazo
Qué curioso , las letras estas de habilitación ponen: pnin y he sonreido nada más verlas porque me acordé del genial personaje de Nabokov.

CEci dijo...

O no, o no... ¿Quién sabe?
Muchas gracias, Olvido. Yo también leo tus notas, aunque, para serte sincera, echo de menos tu ballena
Un abrazo

Anónimo dijo...

Muy interesante tu visión de la historia con la que "en parte" coincido.El personaje de Jim es ciertamente despreciable pero la forma en que Roy es invitado a reconsiderar su primera decisión de no acompañar a su padre no deja,a mi juicio,tampoco en muy buen lugar a su madre.

CEci dijo...

Puede ser pero no pretendía tampoco convertir esto en una guerra de sexos. La madre tiene en "Sukkwan Island" un papel totalmente anecdótico, creo.
Perdona por el retraso y gracias por el comentario.
¡Saludos!