“... a todos los fuertes y prometedorespájaros negrosque desafían a los hados y a los diosesy cantan sus canciones.”Maya Angelou (trad. Carlos Manzano)
Esperar lo mejor, prepararse
para lo peor y no sorprenderse de nada de lo que suceda entremedias. Tal es el
lema, entre estoico y popular, de la madre casi ausente de Maya, la protagonista,
narradora y autora de Yo sé por qué canta
el pájaro enjaulado (Libros del Asteroide, 2016). Lo mejor y lo peor son extremos más que lejanos en el
espectro de la vida de Maya Angelou y sorprende, de hecho, que haya sitio para
lo mejor cuando lo peor es la brutal violación de la que fue víctima a los ocho
años por su padrastro, un embarazo adolescente, la pasmosa negligencia de sus
padres o el haberse criado en la Arkansas de los años ’30, en que los negros
acababan con frecuencia colgados de los árboles.
Sin embargo, y pese a la obvia
brutalidad de lo narrado, en una prosa sobria salpicada de bellas y poderosas
-¡poderosísimas!- imágenes -“feo sueño negro”, “los años de soledad que pasé en
el infierno” o el “fuertes y prometedores pájaros negros” de la dedicatoria,
por ejemplo- hay en esta hermosa novela mucho espacio para el amor, la dignidad
y la belleza, encarnados, las más de las veces, en la titánica abuela Yaya, en el
entrañable Bailey y en la propia Maya, empeñada con tesón y orgullo en ser
mejor persona. Que esta mejoría venga, casi siempre, asociada al aprendizaje y
el amor por los libros y el conocimiento, así como a la lucha por los propios
derechos -siendo el punto de partida, insisto, el violento Sur del Klan y la
segregación- no hace sino aumentar la belleza y el valor de un título
imprescindible y, desde ya para mí, de cabecera, que, pese a la crudeza de
algunas de sus partes, debería ser lectura obligatoria para todos los
bachilleres que en el mundo están.
En fin, ya saben, ustedes lean,
lean.